El delirio de un cineasta español en Guinea Ecuatorial

«El día que vi flotar el hierro supe que nuestras vidas ya nunca serían las mismas», así empieza a contar su historia Ngoro Mba. Es el año 1944 y el general José Díaz de Villegas ha enviado una expedición a Guinea Ecuatorial para documentar todo lo que allí ocurre. Manuel Hernández-Sanjuán recorre el vasto territorio durante dos años con su equipo de filmación. Lo rodean multitud de gorilas, mariposas y ceibas gigantes pero su anhelo es descubrir un lago donde viven diez mil elefantes según la leyenda fang. 

La silueta del cineasta se ve reflejada en la mirada azulona del joven de la tribu Esamangón Ngoro Mba en la portada de Diez mil elefantes, novela gráfica que surge del hermanamiento del periodista Pere Ortín (Sagunto, 1968) y el artista Nzé Esono Embalé (Mikomeseng, 1977), también conocido como Ramón, publicada por Reservoir Books. Mba acompaña a Hernández-Sanjuán en su quimera y rememora sin medias tintas el pasado colonial español. «Estamos ante un personaje ficticio que podría ser yo o cualquiera de mis hermanos. Lo que ha hecho Pere al escribir el guión es quitarle el micrófono a Hernández-Sanjuán y dárselo a los guineanos», explica Esono en una entrevista telefónica desde El Salvador.

El resultado de ese interés por escuchar a quien no siempre tuvo la oportunidad de hablar es un compendio con dibujos trazados a bolígrafo, collages con parte del material fotográfico de la expedición, que sí fue real, y una narración absorbente. Pere Ortín ha viajado durante tres décadas por el continente africano en busca de muchas historias. Esta historia le encontró a él. «Esta novela empieza en 1993, cuando unos ancianos del pueblo de Niefang me cuentan que hace muchos años ya estuvieron allí otros españoles con cámaras», cuenta Ortín desde una cafetería cercana a su casa en Barcelona. Un poco incrédulo, el periodista fue a Madrid para indagar en la Filmoteca y descubrió los archivos.

El libro está repleto de situaciones donde guineanos y españoles no se entienden. Los colonos tachan a los guineanos de salvajes por comer monos titís y serpientes. A los guineanos no les entra en la cabeza que los españoles cacen por diversión o que tengan animales encerrados en jaulas. Y la fabada les horroriza. «Se incorporan felices a la corriente imparable de la civilización que hemos traído a estas tierras», escribió sin embargo el cineasta en una de las cartas que incluye el libro. «Lo que se entiende como civilización en el contexto colonial es que los blancos aportaban la bombilla, el barco, el avión, o eso se supone porqué en 1944 ya había negros trabajando duro y fabricando esas cosas en todas las partes del mundo», explica Esono. El ilustrador señala que lo que realmente significó la colonización española fue la imposición del idioma y la religión. «El guineano de hoy en día ha heredado una educación ultracatólica muy brutal que nos lleva al racismo, al etnicismo y las fobias», destaca. 

«Creo que nunca entendieron nada de nuestra tierra. Y aun así ellos se sentían superiores: amos, maestros, dueños», sentencia el personaje Ngoro Mba. Esa es la idea central de la novela: ¿cómo vas a ser dueño de algo que no conoces? El racismo llevó a pensar a los países occidentales que podían y debían apropiarse de otros territorios. Y el racismo sigue impregnando las sociedades actuales. «Las fuentes más potentes del pensamiento africano hablan del racismo cosmopolita. Ahora el racismo es que yo domino el discurso, la academia o la economía porque soy blanco», indica Ortín. 

Esono se sigue preguntando cuál es la razón por la que unos embisten a otros hasta reducirlos a la nada, reconoce el mismo fenómeno en el sufrimiento del pueblo romaní o palestino asegura que sus antepasados no pecaron de inocentes, en todo caso de humanos. «Yo te recibo en mi casa y si luego tú me quieres invadir, bombardear o envenenar mi comida no es mi problema», reflexiona. Sin embargo, afirma que no podemos juzgar con los ojos de hoy hechos que no han ocurrido en nuestro tiempo. Esta novela no parte del rencor. Ortín llegó a conocer a Manuel Hernández-Sanjuán en persona y resalta el valor documental de sus documentales y más de 5.500 fotografías en Guinea, a la vez que considera necesario contar esa memoria no memorizada del colonialismo español en Guinea Ecuatorial, período que duró de 1778 a 1968.

Han creado este libro para imaginar que hay otros futuros posibles entre europeos y africanos. «Hay otros futuros posibles que no están en el paradigma de la agresión-perdón, la culpa-reparación», sostiene Ortín. Para el saguntino es clave entender que el continente afericano «no necesita nuestra conmiseración», sino un diálogo de igual a igual para mirarnos a la cara y no sentirnos lejanos. Esono espera poder volver a su país, donde fue encarcelado en 2017 por sus caricaturas críticas con el régimen de Teodoro Obiang.

Como expresa el escritor Jorge Carrión, Diez mil elefantes es una novela que expande las fronteras del documental. Es un testimonio de cómo con la ambición de unos y el sudor de otros, se construyó una particular España negra en el corazón del trópico africano con municipios llamados Valladolid de los Bimbiles o Zaragoza de Sampoca. Su lectura zambulle al lector en la selva guineana de una manera bella. No en vano sus autores se describen a sí mismos como «hedonistas éticos», ante todo buscan el placer sin dañar a los demás.